10 de febrero de 2009

Liebespfeil


Ven. Acércate. Mírame de frente, directo a los ojos. Te ríes. Dices que estamos haciendo algo que no es lo correcto. Recoges una flor del césped y me la enseñas muy risueña. Tu risa: una y otra vez, tu risa. El viento suave nos pega de costado. Camina y juega la gente lejos de nosotros. Miras el reloj, y luego lo escondes bajo la manga. No te alejes: no en este momento, por favor. Quiero que estés cerca, muy cerca para susurrarte algo al oído. Te sonrojas. Todos somos niños. Te alejas, desvías tu mirada y vuelves a atreverte a mirarme de reojo. Nadie sabe qué es lo que pasa. No tendríamos por qué saberlo. Observo tu cuello y tus hombros. Frente a mí permanece también tu rostro, ni más ni menos. Te ríes de nuevo, y te vuelves a sonrojar. De pronto me tiendes la mano. Algo sucede. Nada acontece alrededor de nosotros. Me aprietas los dedos. Te miro de nuevo. Por fin me miras. Los dos ya no volteamos a ver ni a los árboles ni a la gente. Estamos juntos. Siento el calor de tu cuerpo, muy próximo. Ahora somos dos hojas del árbol, en medio de muchas otras. Te vuelves a reír. Yo también me río. Reímos los dos. Ambos cómplices de nuestro secreto encuentro. El enigma más caro del mundo.