26 de junio de 2008

Nadamás viendo

Vio sus ojos y nada más necesitó ser visto. Un día la acompañó y todo el camino supuso familiar una ruta desconocida para llegar a un punto al que, en toda su vida, poco tiempo había abandonado. Ese lugar era pequeño y estaba circunscrito por un cilindro de luz, de la única luz que había en todo lo que alcanzaba a ver, pero antes le pareció todo tan claro. Y ahí, los dos solos, con la vista dirigida cada uno hacia el rostro del otro pero sin mirarse, viendo sólo colores de una figura sin forma, viendo algo que no es posible, comenzaron con una danza de manos. Todo de ellos, excepto sus brazos, permanecía inmóvil. Sus mentes también se movían, sin duda, pero cada movimiento era ocultado por el sucesivo y la inmovilidad era lo que aparecía cada vez, cada momento era quietud, así que la suma de los momentos lo era también.


Ese lugar, que parecía el único lugar, se veía blanco, se sentía blanco y se soñaba eterno pero finito en el espacio: después de todo, sólo es un lugar, uno solo, el mismo siempre que es a la vez todos y ninguno porque está libre de todas las determinaciones, excepto de las suyas, un lugar que él inventa y hasta donde había sido llevado por ella, siguiendo un camino desconocido con un descuido imperdonable.


La danza de los brazos continuaba. Era aquello como estar tocando una estatua cálida y suave, como de un mármol que acaso había sido divinizado por alguno de los tantos y tantos olímpicos que ya no se acuerdan de nosotros y que, aunque débiles, siguen presidiendo nuestras vidas. Sea así o sea de otra manera; al cabo de un tiempo las manos dejaron de sentir, tal vez de tantas sensaciones. Pero también los otros sentidos cada uno a su turno, gradualmente, sigilosos y amables: mundos evanescentes, retirados de la realidad, apartados de la conciencia: cuatro de los cinco míos, cuatro de los infinitos de Dios. Así pasó hasta quedar en un mundo bidimensional, de sólo formas y colores, que sin los demás andaba muy confundido. Quedaron los dos en un mundo plano, donde el espacio ya no existía, donde se había ocultado cobardemente para evitar ser derrotado, donde la distancia era infranqueable, inasible, inconcebible.


Era él sólo vista; el rostro de ella y su figura se le manifestaban, pero todo era plano, era mudo, era inodoro: era una pintura. Se dio cuenta de su impotencia, de su insignificancia. Un mundo, más pequeño que el anterior pasaba frente a él, pero sólo pasaba: él ya no estaba dentro. Entonces, el deseo: ansia, desesperación, terror: «¿Dónde está ella?: enfrente de mí, ahí está aparece. Pero eso no es ¿Dónde su voz calmante, soporífera, violeta? ¿Dónde su olor a flores, a sudor, a mugre? ¿Dónde sus suaves manos, sus escondidos pliegues, sus tibias secreciones? ¿Dónde está ella?: eso no es». Trató inútilmente de moverse, trató inútilmente de abrir la boca, trató inútilmente de decirle, de hacerle, de oírla, de sentirla, de probarla, de asquearse de ella, de retorcerse en su vientre, de esconder su nariz entre sus cabellos, de resbalar la yema de sus dedos sobre su frágil cuello, de encontrar todo lo encontrable en ese cuerpo tan material, tan humano. Fracaso, frustración: dolor interno que no podía se inhibido por otro ninguno, de ninguna especie: máximo dolor (soledad absoluta).


La vista cambió, súbitamente fue recorriendo la luz, hasta ver sólo eso. Lo más probable es que su cuerpo haya caído, y sus ojos hayan quedado fijos en un horizonte eternamente blanco. De eso no podía estar seguro; de lo que sí, es de que duraría para siempre.


Entonces y sólo entonces se dio cuenta de la infinita separación que siempre hubo entre ellos.

24 de junio de 2008

mademoiselle

-¿Quieres ver mis entresijos?-me dijo.
Con las manos agarradas a la mesa, me volví hacia ella. Sentada frente a mí, mantenía una pierna levantada y abierta; para mostrar mejor la ranura, estiraba la piel con sus dedos. Los "entresijos" de Edwarda, me miraban, velludos y rosados, llenos de vida como un pulpo repugnante. Dije con voz entrecortada:
-¿Por qué haces eso?
-Ya ves-dijo-, soy DIOS...
-Estoy loco...
-No es verdad; debes mirar: ¡Mira!
Su voz rasposa se suavizó y se hizo casi infantil para decirme lánguidamente, con la sonrisa infinita del abandono:
"¡Cuanto he gozado!".
Madame Edwarda.
G. Bataille.

17 de junio de 2008

Axiomática Erótico-Estética


AXIOMÁTICA ERÓTICO-ESTÉTICA

Indicaciones Preliminares:

1.-Todo axioma, como en todo sistema y en toda filosofía, es provisional y contingente, sujeto a un perpetuo devenir y a una transformación constante. Existe no como regla inamovible, sino únicamente como señalamiento o demarcación conceptual en pos de un seguimiento temático más o menos ordenado que permita establecer una serie enumerativa de asunciones respecto de los temas implicados, con viras de aumentar la certeza propia respecto de los mismos y de clarificar el intrincado panorama teórico en el que hemos decidido internarnos.

2.-Es necesario un círculo de estudio y de discusión de los problemas para su adecuado funcionamiento. La naturaleza misma de la serie exige una progresión dialógica de corrección y revaloración de estos mismos axiomas de manera necesaria, por medio del enriquecimiento en el enfrentamiento discursivo; la refutación y complementación en la exposición teórica en medio del determinado círculo social al que nos referimos. Es por ello que resulta necesaria su exteriorización, corrección y aportación constante entre los individuos que conformen dicha comunidad.

3.-Si en determinado momento, que quizás podría ser identificado como el final necesario del círculo de estudio y de discusión, las máximas exigencias (es decir, las más difíciles en acuerdo consensuado) de los involucrados han sido saciadas y una vez que hayan sido cumplidos sus fines aclaratorios en lo posible, es decir, una vez que sea notoria la inutilidad de la enumeración y la sistematización para el espíritu reflexivo de los participantes, la Axiomática Erótico-Estética deberá ser borrada de los archivos virtuales existentes. En su estado material (hojas de papel), deberá ser quemada. El olvido nunca es absoluto: es necesaria la desintegración de las certezas parciales en el ámbito literario-filosófico, así como la naturaleza se desintegra a sí misma construyéndose a través de su devenir.



I.- Hay atracción entre individuos de la misma especie con fines procreativos: podemos llamar a eso sexualidad.

a) Existe una conformación corporal y orgánica del individuo que conlleva en su esencia la atracción sexual (estructura del cuerpo, rasgos faciales, estatura, peso, tez, formas femeninas y/o masculinas, etc.): a estos podemos llamarlos caracteres sexuales primarios.

b) Existe una conformación identitaria y del individuo que conlleva de igual manera a la atracción sexual (forma de vestir, de actuar, de hablar, de desenvolverse socialmente, preferencias y gustos, etc.): a estos podemos llamarlos caracteres sexuales secundarios.



II.- Hay insinuación y despliegue de la función de los caracteres sexuales en forma de juego para desembocar siempre en un fin sexual: podemos llamar a eso sensualidad.

a) La sensualidad no siempre se ejerce con viras de un propósito de procreación. El fin último de este tipo de sensualidad es el placer sensorial.

b) En el fondo, el placer sensorial es el artilugio de la sexualidad para consumar la procreación, aunque el individuo no sea conciente de ello.

c) Depende del sujeto, en la medida de la amplitud de su conciencia, del fin último del placer sensorial derivado de la sexualidad: la procreación. Por lo tanto, depende de éste cumplir con su último fin, o elegir sólo el fin parcial.



III.- A la atracción sexual únicamente basada en los caracteres sexuales primarios de un otro podemos llamarla concupiscencia.

a) El individuo, dependiendo de la intensidad de su apetito sexual, siempre responde a un estímulo externo de naturaleza concupiscente. Este estímulo o impulso es siempre automático, inconciente, mecánico, como las funciones corporales básicas necesarias para la vida. Ningún animal (incluido el hombre) está excento de tal impulso primario de atracción: aquí entran en una sola categoría tanto las mentes más simples, como las más complejas. Es lo más cercano que hay al concepto de "igualdad" en la naturaleza.



IV.- Hay atracción entre individuos de la misma especie con fines recreativos encaminados al olvido de las preocupaciones propias, esto es, al entretenimiento: podemos llamar a eso simpatía.

a) La simpatía siempre conlleva siempre bienestar de por medio. El buen humor es su artilugio más frecuente, también la atención dirigida. Transfiere a la persona la cualidad de "agradable".



V.- Hay atracción entre individuos de la misma especie con fines de aprendizaje vital y de autoconocimiento en el otro: podemos llamar a eso empatía.

a) La empatía siempre conlleva identificación de intereses interpersonales compartidos y de afinidades psicológicas o espirituales, mucho más relacionadas con los caracteres sexuales secundarios que con los primarios. Transfiere a la persona la cualidad de “interesante”.



VI.- Hay sexualidad basada, junto con la atracción ejercida por los atractivos corporales, en las características identitarias o de personalidad de un otro: podemos llamar a eso interés sensual. Esta es producto de la fusión de la concupiscencia y de la empatía. Es el punto medio entre la efectividad de los caracteres sexuales primarios y los secundarios para las mentes más complejas.


VII.- Hay sexualidad basada, junto con la atracción ejercida por los atractivos corporales, en el bienestar recreativo generado por el otro: podemos llamar a eso recreación sensual. Esta es producto de la fusión de la concupiscencia y la simpatía. Es el punto medio entre la efectividad de los caracteres sexuales primarios y los secundarios para las mentes más simples, o sea, promedio.


VIII.- La fusión de la empatía y de la simpatía conforma la amistad.

a) No puede haber amistad cuando la concupiscencia está presente. Tal cuestión es imposible de suyo. Lo que hay es sólo una variante de convivencia social: ya recreación sensual, ya interés sensual.

b) La amistad sólo se da cuando la empatía es más fuerte que la simpatía, y no al revés, lo cual resultaría una simple camaradería, cuya naturaleza es mucho más superficial.



IX.- Cuando la concupiscencia, la simpatía y la empatía convergen en un mismo individuo, sobreviene un estado anímico muy particular y poderoso: podemos llamarlo enamoramiento.



X.- Cuando el enamoramiento prescinde de inteligencia emocional para consumar sus muy particulares fines y es incapaz de observar los parámetros prácticos reales u objetivos de la circunstancia (pérdida de perspectiva en proyectos futuros, equipolencia entre pros y contras de la relación en pos de un bienestar compartido), es llamado infatuación.

a) Mayor es la ignorancia respecto de los aspectos negativos del enamorado, mayor es el poder del enamoramiento. Mayor es su conocimiento de las circunstancias reales del mismo (tanto positivas como negativas, pero sobre todo estas últimas), menor es el efecto, y menos poderoso es el enamoramiento.

b) La infatuación es un tipo de idealización, similar a la idealización política o religiosa. Es por tanto, negativa como estado anímico. Es necesaria su superación en pro de salvar la dignidad del individuo.

c) La superación de la infatuación nunca es voluntaria, sino dada por las circunstancias externas, pues estando inmerso en el estado de infatuación se pierden por completo los parámetros del juicio, y no es posible la ejecución del buen razonamiento. Aquí, el individuo queda desarmado, a expensas de la fatalidad.

d) Hay enamoramiento perjudicial y enamoramiento benéfico, el cual se determina por el atentado en contra de la dignidad propia o por su deseable potenciación. Entendemos por diginidad la preservación conciente de aquellos paradigmas éticos y morales que propician en el individuo las formas más depuradas de la libertad humana: el autodominio mediante el conocimiento de sí, y el aprovechamiento del carácter y el talento propio con fines creativos o poiéticos.La infatuación es siempre perjudicial.

e)La superación del enamoramiento perjudicial raras veces es voluntaria, aunque sea menos poderosa que la infatuación. Cuando es voluntaria, es propiciada por la supremacia del intelecto del individuo sobre sus instintos más básicos, o lo que es más o menos lo mismo, el triunfo de la dignidad sobre la concuspisencia (en su estado más grosero), la simpatía, la empatía y sus demás derivados híbridos que ya hemos mencionado.



XI.- La variedad o cualidad de los caracteres sexuales es muy numerosa. No siempre atraen nuestra atención las mismas formas en los cuerpos ni las mismas peculiaridades en las personalidades, es decir, los mismos caracteres sexuales: hay diversidad en las preferencias, desde los rasgos primarios, hasta los secundarios. Hay contingencia y variabilidad en la atracción sensual dentro de un mismo sujeto. No puede haber ciencia aquí, sino sólo un más o menos consensuado sentido del gusto tendiente a la universalización.



XII.- Sin embargo, detrás de tal diversidad subyace siempre cierto esquema previo, el cual llamaremos cierto ideal de belleza, de la cual nunca cruzamos su demarcación. Esta idea sensual es subjetiva, no universal, como ya dijimos, por mucho que tienda a lo general. Está determinada necesariamente por los prejuicios sociales e históricos del sujeto en cuestión, en plena comunión y co-participación con los instintos más básicos de reproducción y las exigencias más apremiantes para la sobrevivencia y la perpetuación de la especie (innatas e inconcientes: genéticas, diríamos hoy) .



XIII.- Este ideal es alterado, mediante el tiempo y la experiencia vital de manera mínima y poco significativa. Permanece en el fondo siempre igual: sólo se construyen sobre de él algunas de sus partes, enriqueciendo así el objeto sexual. Diríamos que no se modifica, sino más bien se depura, se perfecciona, se esclarece.



XIV.- Hay estrategia racional y mesurada en cumplir los fines de la sexualidad: podemos llamar a eso cortejo o flirteo. Es la herramienta por excelencia de la sensualidad, y casi su homólogo.



XV.- A la maestría derivada de la sabiduría obtenida por la reflexión (teoría, ciencia) y el ejercicio (práctica, experiencia) del fenómeno de la sensualidad, pero sobre todo del de la sexualidad en todas sus vertientes y en cualquier ámbito de la vida, podemos llamarle conciencia erótica o erotismo.

a) El erotismo en una conducción racional de la sexualidad, una percatación y degustamiento de nuestra naturaleza inherente más esencial. Representa sólo una guía para el instinto, nunca hay subordinación absoluta. Responde a la autorreflexión de los procesos mecánicos de lo sexual y su mesurada aplicación bajo el influjo de la creatividad, y por ende, figura como un buen uso o aprovechamiento de la misma.

b) El erotismo conlleva siempre conocimiento del cuerpo (propio y de un otro).

c) El erotismo siempre conlleva conocimiento de la personalidad (propia y de un otro).

d) El erotismo conlleva siempre conocimiento de las circunstancias externas que propician la sensualidad en todos los ámbitos sociales y políticos (en uno mismo o en un otro).

e) El erotismo tiende sus lindes con lo artístico, y por ende, con la apreciación estética del mundo.

f) El erotismo enriquece al individuo, no lo degrada. Potencia su dignidad, no la disminuye. Es la forma más perfecta y más lograda de la sexualidad humana, y por tanto, la más deseable para nosotros.

Mientras ella tañía el Gu-zheng



Avalanchas de paz cayendo sobre la urbe desatada.

Estandartes de dulzura alzándose por encima de los ecos comunales.

Argumentos melómanos sobrevolando sus trincheras de fina y alba piel, soplo de alelí.

Un pequeño peine de oro en medio de la calle. Resuena sin ser escuchado… un himno como no se ha oído otro jamás. Fluorescentes marquesinas en Hong Kong alertan a mi daimon sobre las frías noches que me esperan a la esquina de mis días.

Nada explota: todo permanece en su núcleo. Un par de zapatillas asoman bajo el biombo de su traje, decorado con fénix dorados y dragones carmesí. Las tiendas de autoservicio no abren hasta dentro de cuatro horas. Decididamente, la madrugada no es la mejor ruta hacia la trascendencia… sólo los altos y ambarinos faros pueden presenciar su hazaña; mi secreto, plácido y momentáneo tesoro.

Una espalda semidesnuda, pálida y deliciosa como las laderas del Fuji, tersa y sumisa como la sedosa experiencia del baño caliente; equidistante tanto del bien como del mal, emanando marejadas de agresivo pudor, llamando tras el opaco pero traslúcido aparador de la derecha, de frente a mis tímpanos.

Dedos ágiles navegan por encima de las rígidas y etéreas cuerdas de metal, tal y como lo hicieren en algún momento aquellos bravos capitanes holandeses sobre los mares desconocidos del orbe. Largos y azabaches cabellos penden hacia las raíces del cielo, brillantes y lacios cual cortina diamantina de negro grafito. Un olor a azul vibrante se escapa de súbito de no sé donde, proveniente quizás de la taza de café de aquella deforme anciana, misteriosamente despierta a esas horas. Una cigarra también toca. La noche sigue. Los ojos miran. La conciencia se olvida de sí misma.

Algo se infla en mi pecho… algo arde, corrompe, penetra y se disuelve dentro. Nada pretencioso, nada ajeno. Ninguna consigna se enarbola hacia las masas en la vacía periferia. Sólo una sombra roja y amarilla, negra y blanca, zarandea mis pensamientos, los desarticula con el arma de su poderosa melodía. Fotográfico momento.

Toda una retractación, toda una acrobacia del alma. Sí… pudo haber sido allí. Pudo ser el primer día que vislumbre aquel accidental espectáculo. Arrogante, velada, arremangada de los ánimos, y tan musical que ni el mismo Orfeo hubiera podido destruir sus muros. Sus codos marcaban la posición del sol, y sus caderas señalaban la orientación con base en las constelaciones, al moverse controladamente allí sentada, en cuclillas frente a su instrumento.


Hermético vestido, brillante satín de tierras tan lejanas que los vapores de los tiempos han borrado de mis anales genéticos. El buen gusto, vulgaridad a su lado. La base de los días, un torpe esbozo comparado con el arco de sus delgadas cejas. Protegida por los espíritus del gélido sereno, mantenía al margen a todos los mortales… incluido éste, su humilde narrador.

Sigue el trabajo constructivo. Permanece remando el remanso y pudiendo el pudendo. Un par de friolentas ratas se asoman, con sus bigotes llenos de escarcha, contemplando al parecer mi estatismo. Mis pies son plomo, mientras mi alma es aserrín tirado al viento.

Un presentimiento: un regalo de manzanas y duraznos antes de dormir, un arcón toca inesperadamente a mi puerta. Casas de bambú que sostienen las trayectorias ajenas en verano. Huesos de perro lanzados al azar que regulan el acontecer en invierno. Blancas ciudades de granizo elevadas desde lo humano, sólo existentes para que aquellas suaves notas, fruto del acompasamiento de sus muñecas, pululen y penetren en todo, con el único fin de rondar sin rumbo, sembrando asiáticos y floridos árboles enanos en nuestros aletargados corazones.

Podría jurarlo: a tres cuadras de distancia de mis oídos, pude conocer el cálido arropamiento de la divina gratitud.
Esa noche, el mundo era mudo… mientras ella tañía el Gu-zheng.

Apuntes sobre el sentido filosófico del erotismo



El desarrollo teórico en la historia de la filosofía acerca del tema erótico es, sin duda, uno de los más apasionantes tópicos que se han explorado y que conllevan gran importancia en lo que concierne a nuestra naturaleza humana, según mi particular punto de vista. Al mismo tiempo, me cuesta trabajo tratar de recapitular alguna propuesta filosófico-sistemática que haya puesto un empeño directo y verdadero en tratar de desentrañar los problemas que ésta genera. Quizás por que los problemas eroticos mismos, desde estos pensamientos, se subsumen a otros problemas filosóficos, quizás por descuido, quizás por un acto deliberado de supresión negativa por parte del filósofo.

Podemos mencionar quizás como excepciones, entre los que vienen a mi memoria ahora a Platón, los renacentistas platónico-herméticos, Schopenhauer, la vertiente Sakta-Tántrica del hinduísmo, etc. Sin embargo, debido a mi actual ignorancia, no estoy seguro si haya existido alguno que se ha avocado al problema de lleno, desplegando toda su problemática en la amplitud y cuidado que ésta merece, y no sólo como rama o comentario filosófico derivado de reflexiones más generales. Quizás Bataille se salve de todo esto.
Parece haber una naturaleza intrínseca, dinámica y dialéctica del erotismo, vista desde sus inherentes dos facetas nunca disociadas del todo, es decir, de dos de los principales sentidos (si no es que los únicos dos) que impelen a la acción o a la toma de decisiones dentro de nuestra existencia en el terreno ético-político; reguladores, parámetros y motores de nuestra construcción vital: el placer y el dolor.
El erotismo se puede abordar, según veo, desde dos vías: la vía de la búsqueda del placer y el auto-conocimiento al encuentro con otro o la vía del encuentro y reconocimiento desde nuestro yo, con uno mismo: el auto-erotismo.
Ya sea por cualquiera de las dos vías, la situación ontológica del sujeto dentro del marco del erotismo siempre se ve activada por estas dos realidades antes mencionadas, la del placer y la del dolor. El placer provocado al encuentro erótico y la experimentación de las delicias del amor y la sensibilidad a flor de piel, siempre va precedido por un malestar constante y cotidiano cuando no se llega a ese status, cuando no se consigue lo anterior: parecerían dos realidades indisociables, bajo diversos grados, las mismas que sólo intercambian lugares simultáneamente en su manifestación sensible.
Puesto que nuestra naturaleza instintiva activa inconscientemente las pulsiones que nos llevarán (o nos debieran llevar, no en todos los casos se cumple) a una posterior reproducción de la especie, tal y como sucede en el reino animal (según del cual, tengo entendido, también somos parte), en cada manifestación o estímulo sensible del exterior que tenga alguna connotación erótica, nuestro organismo responde directamente mediante un enfoque de nuestras capacidades perceptivas a ese objeto, provocando una intensa reacción parecida a una fiebre o a un nerviosismo, dependiendo de la intensidad de ésta, con el fin de concretar el acto amoroso con él, o la experimentación de cualquier tipo de práctica erótica con este mismo.
Somos partícipes de estos estímulos todo el tiempo, y en el devenir rutinario es difícil, y yo diría prácticamente imposible, permanecer practicando el acto sexual en cualquier momento o en cualquier lugar. Además, no todas las personas o imágenes que producen en nosotros una atracción sexual están dispuestas a la plena realización del mismo, de lo cual se deriva una sensación de desazón y de ardor interior, un mal fisiológico que se ha denominado deseo. Es el dhukka (sed) budista, es la penia platónica.
Como es lógico, este deseo sólo puede ser apaciguado temporalmente, en último término, por las dos vías eróticas señaladas anteriormente: la relación sexual en cualquiera de sus prácticas o el auto-erotismo. Sin embargo, es menester reflexionar más profundamente sobre la naturaleza de este fenómeno que nos resulta tan vulgar o cotidiano.
¿Qué tiene este placer de especial para nosotros? ¿Qué es lo que sucede exactamente en nuestra conciencia al encuentro y experimentación de ese momento cumbre del erotismo que se ha convenido en llamar como orgasmo? Desde mi punto de vista, allí, como en las ceremonias religiosas de prácticas extáticas o en la ingestión de sustancias psicotrópicas para fines rituales, la médula de lo sagrado de muchos pueblos, sobreviene el fenómeno de la disolución del Yo, o la liberación de las determinaciones y restricciones que le impone nuestra corporeidad a nuestra espiritualidad. El lenguaje y la lógica pasan a segundo plano, y la estructura ordenada del mundo es suspendida por unos breves momentos. Es la ataraxia helenística, es el instante heideggeriano. En todo caso, en cualquier circunstancia, al saciar cualquier tipo de deseo estamos experimentando un placer relacionado con la pérdida momentánea del dolor psico-somático o de incomodidad existencial, en la cual también se disuelve la personalidad y la concepción racional y ordenada del mundo.
En nuestras necesidades más básicas como el orinar o el defecar, e incluso en situaciones aparentemente nimias, como ser presa de una fuerte comezón, y de otras no tan nimias como la experimentación de un dolor muy fuerte, en el momento mismo de la curación o de la expulsión de las excrecencias, de la satisfacción apaciguante de rascarse o de calmar el fuerte dolor, las barreras de la construcción del mundo se eliminan un poco o un mucho, y sólo podemos intuir lo que está a nuestro alrededor a través de esta experiencia placentera de la calma del dolor o malestar del que somos presas.
Sin embargo, y si fijamos la vista más detenidamente, son también las divisiones entre las que podemos situar la experimentación del placer y su inmediata disolución momentánea de la subjetividad y su esquema ordenador: una de carácter que impele a externar nuestro malestar o expresiva; y otra que, viniendo desde la exterioridad, calma nuestras afecciones, a la cual llamaremos curativa.
La experimentación del placer expresivo se da en cualquier tipo de manifestación o emisión a través de alguna actividad en específico con el fin de expeler el dolor o malestar que nos abruma cuando estamos bajo ellos. Esto, puede abarcar desde el nivel más escatológico como el de la expulsión de la orina o el excremento, hasta el más depurado como la práctica artística en cualquiera de sus facetas. En los polos, la naturaleza es la misma: darle salida a eso con lo que no podemos continuar con nuestros procesos normales y nuestras actividades cotidianas. Por otra parte, la experimentación del placer curativo se da cuando un agente exterior logra reparar nuestra interioridad al restaurar la integridad ontológica propia. Esta liberación del dolor y alcance del éxtasis se da, igualmente, en varios niveles; podría verse en un nivel curativo más inmediato y obvio como un recurso médico en una herida corporal o en un fuerte dolor en algún miembro del cuerpo hasta un nivel más elevado, como la experiencia estética-catártica con una pieza musical o alguna obra de arte en particular.
Habiendo hecho esta distinción, ¿en cuál clasificación cabe localizar al deseo sexual? Parece que lo más obvio es colocarla dentro de la experimentación del placer de tipo expresiva o de expulsión del malestar, trayendo como resultado la suspensión de las categorías subjetivas de tiempo y de espacio, e incluso para algunas filosofías, la fusión con una realidad unitaria, inefable y demás características trascendentales. Entonces, ¿cabe una plena identificación del orgasmo, cumbre del proceso erótico, con una experiencia estática religiosa o mística o con la ingestión de catalizadores psico-trópicos con fines rituales, o es lo anterior una exageración? No es seguro afirmarlo, al menos hasta no haber hecho una experimentación comparativa de tales vivencias, lo cual no es nada fácil, ni todo el mundo está posibilitado para su realización, según creo.
Según sabemos, el erotismo, aunque teniendo el orgasmo como uno de sus fines, es un proceso complejo en el cual se juegan muchas emociones que si bien están reguladas bajo el placer y el dolor, habría que ponerse a pensar qué tanto todas estas se encaminan hacia el orgasmo mismo o hacia otro bien en sí mismo, como la compañía de alguien con el fin de compartir experiencias y momentos a lo largo de la vida, o la misma estabilidad emocional que brinda el reconocimiento de ese otro que es un bien en nosotros, y que no sólo nos proporciona placer de ese tipo, sino un tipo de comprensión, bienestar y satisfacción de nosotros mismos.
No creo, basado en lo anterior, válido reducir al erotismo a la sola búsqueda del orgasmo, aunque sí sería la anterior la principal de sus metas. Y siendo esta una meta, habría que preguntarnos hasta qué puntos fenómenos no eróticos podrían también funcionar como metas en sí mismas, siempre y cuando nos conduzcan a este momento de comunión con lo existente en su nivel más puro, en la eliminación de los parámetros del ego y de las relaciones lógico-lingüísticas entre las cosas. Estas especies de explosiones fulminantes suceden a nuestro interior y que nos abren a cosmovisiones y experiencias fuera de nuestros parámetros normales, parecen ser las que regulan de alguna manera nuestros usos y costumbres. La mayoría de las personas busca en algún punto la suspensión de la subjetividad y el escape de la conciencia, ya sea por el método erótico, ya por otros como el entretenimiento masivo o la euforia colectiva, los cuales son importantes factores es de la emoción humana; otros mediante algunas bebidas embriagantes, sustancias alucinógenas o calmantes, puestas artísticas o experiencias de cualquier tipo que ataquen al principio de individuación y al movimiento rutinario de subsistencia humana.
Desde esta perspectiva, el erotismo, más allá de un puro fin reproductivo, se da como fenómeno al resultado natural ante las urgencias corporales y las necesidades psíquicas de búsqueda, en un sentido epicúreo, de mayores placeres y menores dolores, siendo la culminación de éstas, dicho de manera mística, aquellos momentos en donde no somos nosotros mismos, si no todo lo que hay. Desde la perpsectiva opuesta, en último término… ¿no va todo este juego de altibajos sintomáticos encaminado hacia la reproducción de la especie en sus mejores circunstancias posibles? ¿Qué son el placer y el dolor sino parámetros reguladores para la preservación de las especies? Díficil decidir cuál circunstancia antecede a la otra, tanto en importancia como en originalidad. Hay realidades básicas que trascienden nuestra comprensión inmediata, como los mismos designios bajo los que se mueve el último estrato de nuestra naturaleza.

13 de junio de 2008

Tarde de verano y sueño


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De camino al extranjero

te encuentro.

Hermosa, lúcida, tendida.

Con una vanidad callada.

Con una irónica ternura.


Apacible encuentro. Ímpetu natural.

El viento agita tus rizos.

El negro envuelve tus formas.

Lluvia de hojas sobre nuestros hombros.

El césped de testigo.


Lanzas tus ojos lejos

y luego los recoges en tí misma.

Obscuras y penetrantes flechas

llenas de timidez y de sensualidad oculta.

La madura niñez de tu sonrisa.


Sofocando al dolor con un sueño.

Serena, linda, transparente.

Capullo de mujer, idilio.

Seda suave y porcelana, coquetería.

La flor que evade al sol.


Dulcísimo trago. Deleite.

Calor que no quema. Conforta.

Platicar de nada. El pasar de las nubes.

¿Qué importa? Hay música y silencio.

Aquel día, el único guardían de tu fragilidad.
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Sin ninguna duda Sören se había sentido incapaz de asociar sinceramente una joven, toda candor y sencillez, a su melancolía y a su destino espiritual, caracterizado por la excepción y la fatalidad. No podía hacer feliz a Regina sin iniciarla en un secreto que ella no podía comprender. No quedaba sino romper con ella. "Resulta muy duro, en verdad, causar la desdicha de otro y lo cruel aquí es que hacerla infeliz es mi única esperanza de que llegue a ser dichosa".
Eusebi Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, Tomo III (Sobre la vida de Sören Kierkegaard)

11 de junio de 2008

Desnudez

















Bajo la luz del árbol, un suave soplido aletargante. Un rincón, una lúcida obscuridad, un imaginario de idolatrías y de promesas cosechadas. Una dulce arrogancia, un desplante que huele a miel, a cristales puros y avejentados. El asomo por la ventana, el agitar de manos durante la épica despedida, la caricia con los ojos desde el mágico asiento de piel. Todo un barrer, todo un recogimiento, todo un baño aséptico de las bajas pasiones. Lucubraciones y afanes aparte, caminando erguido hacia el altar postizo, hacia el espectro de gloria que se vislumbra tras las cortinas. Ninguna sospecha, ninguna duda, nada que posibilite el impedimento de la deliciosa transición.


Suavidad de materia orgánica, delicado durazno trémulo, curvilíneo recipiente de deseos. El siseo de la tetera, el hilo de sol que se cuela por el techo, la morera de concreto que aguarda ser descubierta de entre las grietas de la acera. Afuera no importa, adentro es donde uno existe. En la alcoba, bajo lo translúcido de las sábanas y en la corteza del colchón, allí está la provincia, se enarbolan las ciudades y se articulan los pueblos. Madera, cieno, boca granate y cejas pobladas. Delgados dedos, uñas admirablemente simétricas, falanges dispuestos como ladrillos palaciegos, derrochadores de maestría.



Simetría en la atmósfera. Masajes y besos que nadie ha visto, por que nadie nunca los imaginó de esta manera. Imprevisto e impetuoso, lo penetrante del momento escapa y se une al vuelo de las gaviotas. Ángulos impensables, pero perfectamente plausibles. Morada de un domingo, nomadismo de un lunes o de un martes. Numerología y fe, aderezo del simple y del agnóstico. Angostas espaldas, ceñidas cinturas, un espejo humano retorcido. Un bello aparecer, una detestable sensación de exceso de placer que empalaga el espíritu, que funde la carne.



Duermo y regreso. Sobresalto e imaginación. Objetos que corren hacia mí, aunque mi conciencia huya de ellos. Calidez y verdadero respeto, recorrido por las caderas y los Himalayas, por el cisne, por el fruto. Adorno del Cosmos, clave áurea que abre fronteras, irrupción en las limitantes de lo posible metamórfico. Una suave pluma baja por sus prados, se asienta en sus llanuras y le arranca una cosquilla, un hilarante terremoto. Introspección de un otro mismo, un sumergirse en los azures arrecifes de la reciprocidad.



Anclado en tierras ajenas, señales de humo al viajero, botellas con mensajes al navegante. Maneras fallidas de comunicar lo incomunicable. Atavíos sin chiste, estructuras demasiado frágiles como para mantenerse derrumbadas. Una conexión latente entre los dos continentes, entre las dos masas transoceánicas que antes eran Pangea, madre de todos los cortejos y de todas las cópulas. Diosas de piedra, de metal, de nubes y de polvo planetario: de una o de otra manera portadoras del cetro divino, del yelmo y la armadura de su hermosura corporal, de su hipnótico canto al instinto. Pero, en este momento en particular: tú. Ahora… justo y sólo ahora…



Hoy eres todas. Hoy no hay lugar para otro tipo de experiencia, para otro tipo de desnudez.



Simplemente, no existe. No podría ni siquiera ser pensado.

7 de junio de 2008

Apenas

Apenas saliendo de su casa, antes de cerrar la puerta, después de despedirse de su amante, cuando, de todas las miradas del mundo, ninguna se dirigía a él. En ese momento -como en todos los momentos- el cielo cambió de color, giró la Tierra, una estrella se apagó, un sentimiento de dolor orgiástico se apoderó de una hermosa y recatada dama, un hombre bueno murió y una vaca rumiaba su alimento. En ese instante, saliendo apenas de su casa, intentó recordar el rostro de su madre y no pudo, caminó dos pasos y se imaginó su rostro: acababa de verlo en el espejo, pero al que se imaginaba le hacía falta la cortada que se hizo con el rastrillo; trató de hacerlo con más precisión, colorearlo, iluminarlo; pero entre más intentaba, más confuso se volvía. "Un momento llegará -pensaba- cuando mi rostro nadie lo recuerde, cuando todas las fotografías mías yazcan en la basura o en un archivo que nadie consulte". Dio dos pasos más y pensó que su cabello estaba demasiado delgado; recordó que cuando niño solía arrancarse dos diarios, para ver si crecían más rápido que eso. "He vivido más tiempo del que todavía viviré". Tras otros dos pasos rememoró su vida, no había llegado a ninguna parte, para ser más preciso nunca había estado en ninguna parte. Su vida entera había pasado siempre por delante de sus ojos como si se tratara de una película, donde él solo contemplaba y se dejaba sentir lo que debía sentir, según la situación.


Con su mirada fija pero vacía, continúo su camino y recordó la última vez que estuvo en la playa. La brisa salada le molestaba porque le pareció que la tierra había absorbido todas las lágrimas del mundo y se había mantenido alerlta durante millones de años sólo para poder escupirlas en su cara, para hacerlo sentir vergüenza de no haber llorado desde, hacía ya, mucho tiempo. Sí, ese día, cuando sintió ganas de enterrar sólo su cabeza en la arena, y miraba los camastros, que eran la prueba de que el descanso era posible, y las toallas de colores pastel con figuras alegres le parecieron una provocación: "la gente es feliz porque es estúpida", "la gente descansa porque no se entiende a sí misma, no saben toda la maldad que ellos son", "la gente condimenta su comida porque, en el fondo, no quiere comer". Aquella vez se acercó con furia a patear cada ola que llegaba antes de que rompiera, empujaba la playa, golpeaba al mar; fatigado, se arrodilló presionando sus ojos con la palma de sus manos. Volteó al cielo y vio unos pelícanos que, inocentes, hundían sus picos en el agua para encontra su alimento. Entonces lo comprendió todo, y se tranquilizó.


Pero ahora, en su camino, no había pelícanos; ya no recordaba lo que antes le habían hecho entender. Su intuición fundamental sucumbió ante el correr del tiempo, irremisiblemente desamparado por el poder de la palabra: convertir el pensamiento en objeto, pero no todo el pensamiento. Las cicatrices de sus manos le decían cosas, pero fueron silenciadas por un hombre robusto que tropezó con él. Miró la calle y se preguntó si el alma de los autos era también inmortal, como la suya. Espejos, todos los espejos son invisibles como su rostro cuando trató de imaginarlo, sintió calor en sus pies, pero sintió también que los pies de el del espejo se quemaban, sintió que la cabeza de su reflejo le dolía, que sus manos resplandecían.


Caminó más, se desvió de su ruta, atravesó un parque. Miró con fijación los pies descalsos de una niña que no parecía comprender del mundo más de lo que lo hace un perro simpático: decidió sentarse. En la tierra había muchas hormigas, todas rojas, trabajando. Sintió su estómago vacío y se acordó de su muerte... Levantó la mirada y vio, sentada en la banca de enfrente, a la más preciosa mujer, que esperaba impaciente la llegada de alguien, mientras sostenía un cartel que protestaba contra el genocidio y una lágrima rodaba por su mejilla hasta terminar estrellada contra el invencible poder de la tierra. Entonces lo comprendió todo, y se tranquilizó.

6 de junio de 2008

Ángela (fragmento)

"...asomó la cabeza por la ventana y sintió el aire frío, en la cara y en los brazos. El piso doce tembleteó ligeramente. Y luego se quedó quieto, otra vez. Sintió un poco de miedo y un poco de ganas de tirarse hacia las pequeñas luces que se divisaban, todas inmóviles, como expresión de algo muerto, y aún así, símbolos cada una, de unas vidas ajenas. La ventana le daba ese chance; subir 1, 2, 3 barrotes; arrojarse en un viaje rápido y emocionante, hasta que ¡plas! luces y miedo y edificios y emoción y vida se hicieran pedacitos. Vio la quietud tensa de los edificios y las luces, (unas amarillas, otras rojizas como manchas de sol), como si de un segundo a otro fueran a derrumbarse unos y a apagarse las otras. Y de pronto recordó lo que era dormir al lado de aquella mujer, esa sensación incompartida o no, de protección y de violencia, tensa y a la vez tan inmóvil, que parecía un delicado y febril entramado de sentimientos y estados: estados anímicos y estados corporales, puestos en equilibrio por alguna especie de azar indescifrable (una noche de alcohol, o de baile, una palabra o una frase eficaces, una mirada -o dos-, cómplice o no, que accede a la penetración feroz de sí misma, un entregarse inexplicable que ya no era cuestión de whisky o de palabras, sino de un misterio profundo y terrible, de esos que causan terror ya no más que bordeándolos). Las consecuencias de tales azares, frágiles y fugaces (en la fugacidad se constataba lo frágil, en la fragilidad ya se intuía lo fugaz) llevaban a la curiosa situación de estar poseso y ser poseedor, de oler el cabello, a veces terso, a veces grueso y enmarañado, a veces claro, a veces oscuro, de sujetar las manos, los brazos, el torso, el vientre, los senos, de abrazarlos; pero también de ser sujeto, de fundirse con todo ello, en el acto estúpido y simple, de cerrar los ojos y no pensar más (a veces ni siquiera sentir, sino algún otro grado de percepción, sutil e incluso ausente, ido ya, y aún así, ahí, más puro y más real que cualquier otro ahí...)"


"in the deepest ocean
the bottom of the sea
your eyes,
they turn me"

"I've watched the stars fall silent, from your eyes...all the sights that i have seen..."

5 de junio de 2008



"Voy a buscar el hilo negro
/en tus medias /y el hilo blanco
en tus guantes /voy a pedirte
tres deseos, a ver si me los cumples
voy a gritar tu nombre
hasta que muera.
Quiéreme."

Provocar a la vida

Provocar a la vida para que te conteste y olvidar la pregunta cuando responde. Nada puede añadirse, ¿Cuál fue la interrogante?, ¿cuándo te pedí lo que me diste?, ¿cuándo me diste lo que te pedí? Abrir los ojos, saltar, consumir el tiempo con la mirada; sí, mirarlo correr y desnudarlo: el tiempo sin determinaciones, mirarlo sin lo que arrastra como mirar el río sin agua.


Escapar a la destrucción: Todo es realmente nada porque todo es temporal; pero el tiempo no se va porque el tiempo no es nada. Pero yo estoy aquí, abrazándola fuerte, muy fuerte, afixiándola; sintiéndola respirar, escuchando cómo ahoga su queja para no molestarme; y yo lo hago más fuerte, más, más, más. Y no suelto la esperanza -que conozco bana- de arrstrarla hasta dentro de mí, de sentir su sentir, de sufrir su sufrir, de llorar su llorar, y de saber cómo se ama y se tolera algo tan futil. Ella tan divina, reprimiendo su sentir para que yo, que todos los días soy y causo miseria no me incomode, para que no la suelte. ¡¡No puede ser posible!! No puede ser posible que me ame, yo no puedo tolerarlo. Yo soy por ella y para ella, y, si ella es para mí, yo soy para nada.


Y ahora son las hojas de ese árbol, pero ella ya no está, ya no es. Se parece, pero no es. Y cuando me saluda me miente, y cuando me saluda se burla mí. Y cuando me pregunta y quiere saber de mí no quiere saber nada, y cuando le contesto la insulto: ¡Muérete! Desaparece: no existas más, no existas antes, no existas nunca. Bien, no existir ahora es no existir nunca, es convertirsen en fantasía, en invención. Es mi invento; nunca pasó. Hace treinta segundos que acabo de imaginarla, no ha habido nadie que me ame, no habido nadie con quien quiera fusionarme, nunca he odiado... ni siquiera tengo brazos.


¿Y qué me das cuando te pido algo? Siempre me lo das cuando no lo quiero, o dejo de quererlo cuando me lo das | no importa. Lo que pido es la querencia, quiero querer, es todo. Te pido poder volver a desear, poder volver a ser capaz de entregarlo todo, poder sentir que hay algo por lo que valgo. ¿Y qué si el valor me viene de fuera? ¿Hay quién encuentre en sí mismo tanto? No, nadie. En eso sí coinciden todos, todos, todos.


Te provoco, vida, porque eres todo lo que tengo. Odiar, odiar es lo que quiero; saber que mi odio es correspondido, soy digno de que me odien ¡Soy digno! Eso sí lo merezco, eso sí lo quiero...

4 de junio de 2008

Perplejidad de las cosas




La vivencia originaria no consiste en un puro percibir: es, en esencia, ir más allá de la percepción. Esto lo vieron todos los filósofos.

Tampoco es un puro sentir: el matrimonio de la razón y la sensibilidad acontecen en su operar. Esto lo vieron algunos filósofos.

Sin embargo, tampoco es un puro pensar: una vez ocupada la escalera para subir, hay que tirarla de un puntapié.

Esto lo han visto pocos filósofos. Lo han visto más bien los místicos.

En la medida en que algo no es ese algo como su propia determinación, en esa medida nos aproximamos cada vez más a lo que llamamos vivencia originaria.

El erotismo es una ruta para acceder a la vivencia originaria, entre algunas otras en la experiencia humana. Todas tienen como sello particular un transgrederse a sí mismo para construirse por encima de lo evidente.

No es casualidad que el erotismo se haya tranformado en una religión desde mediados del siglo XX, y que tal religión siga propsperando hasta los límites de la enajenación: como toda buena religión.

Sin embargo, es menester purificar el fenómeno del erotismo mediante su reflexión y su depuración introspectiva, mediante su devastación instauradora: así como Picasso purificó el arte, así como Eckhart purificó las Escrituras. Es necesario separar la paja del trigo, las piedras de las amatistas.

La señal más evidente que podemos tener al momento de aproximarnos hacia la vivencia originaria, no puede ser otra sino el desconcertante sentimiento de perplejidad de las cosas: el thauma griego.

El asombro ante el mundo es un hilo de luz muy fino que no termina de ser aprehendido: la culminación de esta empresa es dejar de tratar de aprehenderlo.

No hay mayor ascetismo que la entrada violenta hacia el corazón de la voluptuosidad: el Marqués de Sade como el máximo de los ascetas eróticos. Por ello es necesario introducirse en el erotismo, pero sólo para salir de él, enriquecidos y ejercitados en recibir de lleno y en plenitud la viencia originaria. Es necesario romper la carne desgastándola en su uso, hasta que inservible, podamos prescindir de su explotación. Axioma de la filosofía sîva-sâkta: "Uno debe ascender mediante aquello que lo hace caer".

Todo erotismo en una héxis, una catarsis. Aristóteles: el eros con disfraz de eudaimonía para nosotros. El erotismo como la puerta de acceso a la belleza primigenia: aquella que espera, paciente, como una prudente invitada, en el pórtico de la experiencia.

esquina

No sé por qué, simplemente pasa así. Si voy al cine tengo que sentarme siempre en la esquina porque si no es incómodo estar ahí, con la película y lo oscuro y todo. No es cosa de seguridad ni nada de eso, incluso quizá sea lo contrario, eres tú; me siento en la esquina, pegado a las paredes porque de otra forma sería posible escapar; me siento hasta la esquina para no poder escapar. Eres tú. En la esquina no puedo escapar de ti ahí, en la esquina estoy obligado a quedarme. Por ejemplo: esa chica de allá está linda, pero no sé.
La última vez llovió; cuando salimos ya no, pero había llovido durante la película; de no haber estado en la esquina y haber escapado al salir me hubiera encontrado con la lluvia y entonces hubiera tenido que irme en el agua; la esquina no es por seguridad porque en todo caso la lluvia es más segura que yo ahí contigo dentro. La esquina es más bien como para provocar algo, no sé, que algo se desate por ejemplo, que algo monstruoso pase, después de lo cual ya no podamos ir al cine nunca ni a ningún lado. La última vez, sea lo que sea, tiene que salir de la esquina, pero nunca pasa, nunca lo haces, hablas más bien del lunes, de los días y eso. Esto es lo peor porque significa que habrá más noches de esquina inerte. Lo bueno, por otro lado, es que hay esquinas por todos lados, todo el tiempo.
Estoy buscando la de los días, seguro tienen, pero es difícil porque nos vemos sólo de vez en cuando; si nos viéramos exclusivamente los viernes seguro ya sabría dónde está la esquina de los viernes, pero no. Las de tu cuerpo. Ésas ya vi más o menos dónde están; no todas, sólo unas. Una, la más callada por ejemplo, se deja ver cuando fumando te pregunto por lo que estás pensando; así, pregunto y se hace un claro que traspasa el humo y ahí me quedo; funciona porque inmediatamente te mueves, deshaces la esquina, vas y pones música o algo. Pero como usualmente es mi música voy y te encuentro rápido, te aquieto con la boca. Esta es la que está debajo de tu muslo izquierdo.
Hay otra más difícil, aparentemente más solitaria. El humo, la música, cosas externas no la sacan, no la abren. Es la esquina mojada de tu sueño, el rincón oscuro entre tus senos. Es la más sola que conozco, pero casi siempre hay alguien, no se distingue pero ahí está y quiere tocar siempre; es solitaria porque si uno va alguien se va siempre y te deja solo; de todas formas no me puedo quedar ahí porque siempre me quedo con la sensación de que va a regresar, y no va a regresar solo, aunque esto depende de lo que andes soñando.
Nunca ha pasado algo así como quedarse contigo en una esquina tuya; lo mismo del cine, quedarse contigo por última vez es lo que no pasa. La peor es la esquina de tu risa, es la que más duele, la esquina de treintaytantos de tu risa. Entre tus piernas está la que más aleja del mundo. Me queda claro que uno nunca sale de él--de verdad es un él--, pero lo más lejos que puede estarse de él es ahí, contigo igual de lejos.

3 de junio de 2008


El espacio que me separa de todo lo demás siempre ha estado ahí, conmigo. Me falta arrogancia en la proyección y me falta desprecio en la mirada, y sobre todo en el corazón. Una noche de borrachera también es parte de lo que he sido. A las ocho treintaisiete, seguramente enamorado, trataba no verla, porque siempre pensé que ella era menos que yo. Ahora sé que simplemente no me sabe nada, que no le soy nada y no le fui nada. Pero ella en cambio sí me fue algo, sí me es algo y yo le sé mucho, lo suficiente. Eso es una cierta dignidad, pero aún demasiado pobre. Me falta soberbia, como ya he dicho.