3 de enero de 2009

Canto ordinario


















La rosa florece en medio de la fuente.
Poco a poco se estira: alcanza finalmente al Sol.
Veo su sombra proyectada sobre la roca.
Toco mi rostro: se encuentra lleno de sal.

Muevo, uno por uno, mis dedos,
jinetes del desierto blanco.
Encaramado el viento sobre tu piel,
estremece los días y las horas.

Recuerdo aún las risas y el eco
y el mudo testigo, el Cielo.
Siento a la edad deslizarse, ligera,
suavemente entre nuestros huesos.

Hace frío: caen copos y arena
del reloj bermellón del crepúsculo.
Me mantengo en espera, erguido,
estoico y ebrio de miradas perdidas.

Un anciano cargando a un niño.
Bálsamo del corazón latente.
Anclo inútilmente mis sueños
sobre las olas fugaces de luz.

Se desata la lluvia implacable
de los sauces y de los calendarios.
Me encojo de hombros, despacio,
para no despertar a las ondas del agua.

Paso mi mano por tus cabellos.
Veleros que surcan los santos hilos.
Veo tus ojos, terribles hondonadas
de insospechado placer y misterio.

Inmóviles, nuestros cuerpos tiritan.
Llamas titilantes de un solo capricho.
Las escamas se desprenden, una a una.
Perdemos materia… la estrella polar.

Te abrazo, te absorbo, y me desintegro.
Calurosa fusión de simples impermanencias.
Se calla el pensamiento, sumergido en sí.
Sólo hablan la noche y los cuerpos.

Serpientes silbantes y necias
enredadas en el frágil momento.
Recorro tus piernas, tiernamente,
mientras la luna te arranca y te arrastra.

Vagos colores sobrevuelan el aire.
Formas que se descomponen y nacen.
La rueca que teje: incesante girar
que eternamente desgarra el vestido.

La rosa se marchita en medio de la fuente.
¿Era blanca, o gris, o negra?
Tus labios: ámbar que antes fue savia.
Mi cristal, talismán protector del olvido.

2 comentarios:

David Arsallo dijo...

Un poeta, ya lo sabía yo. La desintegración, la impermanencia, lo que debe morir, y las metáforas que intentan hacerlo vivir un poco más. ¿Porqué los poetas instauran lo permanente? pregunta Heidegger. Quizá porque sí, o mejor aún, sin porqué, como la rosa. Y ¿para qué unos ojos, para qué unas piernas, para qué la soberbia contenida en unos pétalos o en unas alas o en unos besos? ¿Y de dónde el placer de esas soberbias? ¿Para qué? Y ¿porqué al final el olvido, porqué no el recuerdo? Porque el olvido es el destino final de toda memoria y entonces el "¿para qué?" toma su forma verdadera, cobra su potencia real, trasluce al fin su verdadera fuerza. Mientras, debemos quizá por lo menos intentarlo, intentar recordar y con ello no olvidar que alguna vez hubo rosa y hubo ojos y hubieron cuerpos. Y si los hubo sin ninguna razón, tener la fuerza para decir: los hubo porque así lo quisimos y los habrá porque así, con la palabra, hemos contribuido a que lo que no es, de alguna manera sea, más hermoso, más luminoso, más irreal pero también más posible. Más alta que la realidad está la posibilidad. Eso es el arte también.

Ian Karuna dijo...

Así es, Arsallo... así es.

"i think it's dark and it looks like rain" you said
"and the wind is blowing like it's the end of the
world" you said "and it's so cold it's like the
cold if you were dead" and then you smiled for
a second.

"i think i'm old and i'm in pain" you said
"and it's all running out like it's the end of the
world" you said "and it's so cold it's like the
cold if you were dead" and then you smiled for
a second

sometimes you make me feel like i'm living at
the edge of the world like i'm living at the edge
of the world "it's just the way i smile" you said...

The Cure, Plainsong. Album: Disintegration (1989). Lyrics by Robert Smith.