30 de agosto de 2010

Nabí






Dime, profeta, ¿qué es lo que vendrá mañana?
El barniz de la juventud se me cae a pedazos.

Predestinadas
estuvieron
las flores en tu cabello.

Las flores, y el brillo religioso de tu pecho.
¿Quién es ése, El Demonio, contra el que luchas?

¿Cómo suenan tus ojos sin mí?
He nacido como fábula a partir de tu exhalación.
Me has dado a luz sin siquiera saberlo.

Al margen del baúl de la memoria, la corrosión muerde el marfil de mis días más jubilosos con singular avidez. Recostada en mi diván de terciopelo, mirando a las estrellas que subyacen en el mar obscuro de mis párpados cerrados, un látigo luminiscente ha reactivado mi deseo, antes completamente muerto. Viene de mis adentros, aunque no puedo saber exactamente de dónde.

En tus rezos, profeta, resuena el eco de lo múltiple, la seda negra con hilos nácar de colores vivos que componen las microporciones de las que está hecho lo visible. Los pétalos más frescos y suaves del orbe, tirados al azar sobre tus palabras sagradas, describen y dibujan las anécdotas de un lirismo como pocos, un lirismo profético, a través del cual no me es posible mirar la frontera entre lo erótico y lo hierático. Cuando hablas, mi carne entera tiembla, tu roja boca penetra hasta mis huesos, y mi espíritu desfallece, exultante.

¿Es porque eres casto, es acaso esa la razón?

La escarcha de la obscenidad recorre mis senos perfumados, transfigurada en una áspid que me va desposeyendo de mi atuendo, lentamente, dejando poco a tu imaginación. Pasa por mi vientre como escalofrío llegando hasta mis firmes muslos de porcelana, de tersa piedra caliza, ésos que te rehúsas a tomar por parecerte demasiado ardientes, demasiado corrompidos, demasiado exquisitos. Mi cabello se encarama sobre mis deliciosos hombros y cuello, tornándose un espeso maremoto de ébano; ahora me mira de frente, con rostro terrible, a contraluz de tu sombra distante y orgullosa. Al mismo tiempo, montado en el corcel de tu galante timidez de asceta, me arrojas con tus pupilas un dardo mitad desprecio / mitad lascivia, una chispa ígnea que cae sobre el territorio fértil de mis sueños pisoteados, de mi lengua experta, de mi piel cauterizada una y mil veces con el roce de otras pieles, de otras lenguas, de otros sueños pisoteados.

¿Qué tipo de pureza es la tuya,
profeta,
que consigues que ardan las cenizas?

Dulce vapor,
Veneno/Visión/Verdad,
único y genuino amante:
enséñame el camino empedrado hacia la aurora.

Toca las cuerdas de la cítara
y deja el diamante en suspenso
sobre el espejo de mi cráneo.

No hay indulto sin arrojo previo.
El ayuno de los cuerpos es un mágico crisol
por donde las cosas pasan y se transforman en violetas.

Tu enigma es mi esclavo
para el cual trabajo
y por el cual perezco.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Las imágenes, las pinches imágenes, ¿de dónde salen esas imágenes? ¿Por qué dicen así esas imágenes? ¿Por qué dios esparece la belleza despectiva? ¿Por qué existe el eros? ¿Por qué no sólo morimos como el montón de huesos que siempre hemos sido? La carne, accesorio pútrido y maledicente... ¿De dónde salen las imágenes?

Ian Karuna dijo...

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

***

Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina, y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?

***

O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz.

***

"¿Qué es amor?", me preguntaba
una niña. Contesté:
"Verte una vez y pensar
haberte visto otra vez."

***

Recuerdos de mis amores,
quizás no debéis temblar:
cuando la tierra me trague,
la tierra os libertará.

***

Antonio Machado, 'Campos de Castilla'