26 de mayo de 2008

El mundo como voluptuosidad o reproducción



Sutiles y finas telas cubriendo el panorama. Tan sutiles que no podemos olerlas.
El escenario de sombras y de moradas enardece el ojo, petrifica el corazón.
El aserrín, cadaver de madera, circula por encima de la plataforma. Hace pequeños giros y piruetas con ayuda de su amigo y antiguo amante, el viento.
La piel es el anzuelo. La elocuencia la carnada más sabrosa para el buen degustador.
Las formas nublan nuestra conciencia. Lo cual está bien hasta cierto punto.
Nadie nace por voluntad propia. Nadie eligiría tal opción. Estoy seguro.
Las piernas, los pechos, el cuello, el brillo de los labios...
El perfume de la aurora que se despliega tras el paso del memorable desfile.
La pantalla que refleja lo prohibido con cara de accesible. Y termina siendo regla.
Hacemos lo que no queremos obligados por nuestra libertad. Libertad de gozar.
Todos caemos en cuenta en algún momento. Es menester no olvidar lo anterior.
Ian Karuna

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