3 de junio de 2008


El espacio que me separa de todo lo demás siempre ha estado ahí, conmigo. Me falta arrogancia en la proyección y me falta desprecio en la mirada, y sobre todo en el corazón. Una noche de borrachera también es parte de lo que he sido. A las ocho treintaisiete, seguramente enamorado, trataba no verla, porque siempre pensé que ella era menos que yo. Ahora sé que simplemente no me sabe nada, que no le soy nada y no le fui nada. Pero ella en cambio sí me fue algo, sí me es algo y yo le sé mucho, lo suficiente. Eso es una cierta dignidad, pero aún demasiado pobre. Me falta soberbia, como ya he dicho.

1 comentario:

Ian Karuna dijo...

El sabor del ajenjo no se quita con dos tragos de agua con miel. Se requieren más.