4 de junio de 2008

Perplejidad de las cosas




La vivencia originaria no consiste en un puro percibir: es, en esencia, ir más allá de la percepción. Esto lo vieron todos los filósofos.

Tampoco es un puro sentir: el matrimonio de la razón y la sensibilidad acontecen en su operar. Esto lo vieron algunos filósofos.

Sin embargo, tampoco es un puro pensar: una vez ocupada la escalera para subir, hay que tirarla de un puntapié.

Esto lo han visto pocos filósofos. Lo han visto más bien los místicos.

En la medida en que algo no es ese algo como su propia determinación, en esa medida nos aproximamos cada vez más a lo que llamamos vivencia originaria.

El erotismo es una ruta para acceder a la vivencia originaria, entre algunas otras en la experiencia humana. Todas tienen como sello particular un transgrederse a sí mismo para construirse por encima de lo evidente.

No es casualidad que el erotismo se haya tranformado en una religión desde mediados del siglo XX, y que tal religión siga propsperando hasta los límites de la enajenación: como toda buena religión.

Sin embargo, es menester purificar el fenómeno del erotismo mediante su reflexión y su depuración introspectiva, mediante su devastación instauradora: así como Picasso purificó el arte, así como Eckhart purificó las Escrituras. Es necesario separar la paja del trigo, las piedras de las amatistas.

La señal más evidente que podemos tener al momento de aproximarnos hacia la vivencia originaria, no puede ser otra sino el desconcertante sentimiento de perplejidad de las cosas: el thauma griego.

El asombro ante el mundo es un hilo de luz muy fino que no termina de ser aprehendido: la culminación de esta empresa es dejar de tratar de aprehenderlo.

No hay mayor ascetismo que la entrada violenta hacia el corazón de la voluptuosidad: el Marqués de Sade como el máximo de los ascetas eróticos. Por ello es necesario introducirse en el erotismo, pero sólo para salir de él, enriquecidos y ejercitados en recibir de lleno y en plenitud la viencia originaria. Es necesario romper la carne desgastándola en su uso, hasta que inservible, podamos prescindir de su explotación. Axioma de la filosofía sîva-sâkta: "Uno debe ascender mediante aquello que lo hace caer".

Todo erotismo en una héxis, una catarsis. Aristóteles: el eros con disfraz de eudaimonía para nosotros. El erotismo como la puerta de acceso a la belleza primigenia: aquella que espera, paciente, como una prudente invitada, en el pórtico de la experiencia.

2 comentarios:

David Arsallo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David Arsallo dijo...

El erotismo caído es un erotismo que olvida las posibilidades más propias de la animalidad (piénsese con esta palabra también en lo "anímico", lo "vital"). Una perspectiva fenomenológica puede aclarar el fenómeno del erotismo en sus "ascensos" y "descensos". Lo que esto quiera decir más allá del bien y del mal, en un sentido extramoral, es cosa que no se aclara hasta que la filosofía ontológica aclare cuales es el verdadero status de lo "moral" y que posición científica le merece esto mismo.